sábado, 30 de octubre de 2010

La educació. Enrique Rossel. I.

LA EDUCACIÓN
(I PARTE)
En primer lugar, y antes que nada, hay que definir qué entendemos por educación, acotar sus significados y tratar de ser objetivos y (a pesar de todo) lo más científicos posibles, al menos en lo que se refiere a su contenido. A grandes rasgos, y consultando cualquier enciclopedia, podemos llegar a la conclusión siguiente: educar es dirigir, adoctrinar; o desarrollar y perfeccionar las facultades físicas, intelectuales y morales; y por último, enseñar los buenos usos de urbanidad y cortesía. Son quizás las 3 acepciones a las que todos llegamos. Pero vayamos por partes.
La primera acepción es quizás algo innatural. Es decir, el proceso en el que introducimos al niño o niña a adoptar ciertos patrones de conducta, muchas veces con el rechazo o no aceptación por parte del mismo. Cada cultura, en cada tiempo y espacio, adopta una serie de normas o conductas que consideran aptas, aceptadas o normales. Todo lo que se salga de ello es considerado marginal, inadecuado o pernicioso. Es decir, educar no sería otra cosa que hacer asimilar unos patrones culturales, introducir poco a poco en un niño (o un adulto) respuestas automáticas ante determinados estímulos, generalmente mediante los premios y castigos, a veces algo brutal y cruel, pero no por ello menos efectivo. Personalmente no estoy de acuerdo con este tipo de educación. En primer lugar porque la opinión del niño (o persona) no se tienen en cuenta y se olvida que cada uno nacemos con unas predisposiciones y unos rasgos de carácter individuales. Estamos ante la tesitura o, por decirlo de algún modo, ante los extremos de convertir a una persona, o bien en un “salvaje” o bien en una persona “políticamente correcta” por utilizar una expresión al uso. Ambas posiciones me parecen inadecuadas, por el mal que originan tanto en el individuo como en la sociedad misma. La mejor educación, a mi modo de ver, es la de observar y dar la libertad suficiente para que cada persona se de cuenta de su propio camino. Si tan peligroso es abandonar a un individuo a su suerte, también lo es inocularle desde su más temprana edad una férrea disciplina que ahoga su personalidad. El primer caso sería  una educación extremadamente libre e incapacitaría a cualquiera a desenvolverse en una sociedad, le convertiría en un ser marginal e inadaptado, rechazado y estigmatizado. Pero la segunda opción es quizás la más cruel, pues le convierte en un autómata, en alguien alienado de sí mismo, en un robot, en un ser fuera de sí mismo, en alguien creado por otro. Esta última opción ha sido probada por sociedades rigurosas de todos los tiempos, tanto religiosas como políticas, como es el caso de las morales y educaciones a las que se somete en culturas como la católica, la islámica, la nacionalsocialista, las dictaduras, las sectas y todo tipo de culturas represivas y alienadoras del ser humano.
El sentido común es la norma que creo debe guiar la labor de los educadores. Imponer, doblegar, estigmatizar, inocular y, en definitiva, violentar, es algo que a la larga sólo causa problemas. Una persona que recibe cualquier tipo de educación ha de saber que lo que se le está enseñando es por su bien, explicándole por qué se le insta a comportarse de tal o tal forma. Lo demás crea traumas, dolor, rencor y odio. Los padres deben observar y corregir, pero mantener una cierta distancia prudencial para no invadir el espacio vital. El ejemplo es quizás la primera forma con la que un niño aprende, es decir, la imitación de los mayores. Es completamente absurdo predicar una cosa y hacer otra, pues sólo crea confusión y desorientación. Un niño debe saber qué le perjudica y qué le beneficia, pero también por qué esto es así. Si comprende que ciertos actos son perniciosos o saludables, colaborará mucho más que si lo obligamos sin ninguna explicación.
Tampoco podemos abandonar a un niño a su suerte, precisamente en una edad en la que es más vulnerable y absorbente de todo lo que le rosea. En demasiadas ocasiones los padres tratan de que un hijo haga cosas que ellos no pudieron hacer, sin darse cuenta de lo que brota espontáneamente de él. Por tanto rechazo tanto la imposición de normas y conductas como una total libertad. La primera por represiva y la segunda por irresponsable. El objetivo de cualquier educación es la segunda acepción que señalaba al principio de este artículo y creo que es la base que debe guiar a cualquier educador: desarrollar o perfeccionar las facultades físicas, intelectuales y morales. En los primeros años de vida el niño es más receptivo y cualquier ambiente puede ejercer una influencia mayor o menor, saludable o perniciosa.
Hoy tenemos una crisis educativa a todos los niveles, tanto en la familia como en la escuela, que son los 2 principales agentes de socialización actualmente. Como simpatizante de las ideas anarquistas desconfío de la labor educativa de estas 2 instituciones, que no creo que sean necesarias, imprescindibles o únicas. Por desgracia nos hemos acostumbrado a delegar responsabilidades en otros y dejamos de educar, por falta de tiempo o de ganas. La autoridad moral de los padres y profesores no está en tela de juicio por casualidad, sino porque lo que se predica no está en consonancia con lo que hacen. Ganarse el respeto decide si uno se convierte en un modelo o no. Pero tampoco creo que tengamos que ser modelo de nadie, sobre todo porque en los primeros pasos tendemos a idealizar y a creer que la persona a la que seguimos es perfecta o al menos está dentro de lo que consideramos como tal.
Algo muy extendido es considerar que el niño es un ser completamente estúpido y sin opiniones. El universo infantil es simbólico y ciertamente irracional. Por tanto si desde pequeños les saturamos con reglas, obligaciones, protocolos, normas y preceptos culturales les estamos coartando la expresión de su propio mundo, tan diferente muchas veces de los mayores. No creo que sea fácil educar, pero tampoco creo que sea necesariamente difícil. Si nos comunicamos con nuestros hijos será preferible que volverle muy “educado” pero olvidando su mundo interior. Por que en definitiva, ¿por qué se educa? ¿Cuál es el objetivo básico de cualquier educación? ¿Qué convierte a una persona en educada o, mejor, que lo convierte en ser humano íntegro y desarrollado? Todos, pequeños y grandes, tendemos a repetir aquello que se nos da bien, es decir, descubrimos que a unos se les da bien una cosa y a otros otra. Por desgracia la educación actual tiende más a uniformizar que a tener en cuenta la propia personalidad y eso es un error, lo cual, dicho sea de paso, es un signo típico de cualquier sociedad estatal. Dentro del sentido común, que no es lo mismo que la cultura, sino un patrón que une a la humanidad, todo lo demás es añadido, muchas veces acertado pero otras muchas erróneo. Si aprendemos correctamente luego no tendremos que desaprender, bien por voluntad propia, por presión de la sociedad o por cualquier desgracia que nos sobrevenga. Soy una persona educada, en la acepción de respeto por la cultura y las normas generales, en la acepción también de dirigida, encaminada y adoctrinada, pero empiezo a serlo en la auténtica, en la de desarrollo personal. Y veo que es la acepción que realmente merece la pena de ser considerada como la verdadera educación. De nada me sirve ser educado si no soy feliz, si no creo que estoy cumpliendo con mi destino o con lo que brota espontáneamente de mí. La cultura actual no me satisface completamente y he tenido que empezar a “autoeducarme”, a dirigir mis pasos en una dirección que quizás no era la que todos mis educadores preveían. En  mi caso fue necesaria una enfermedad mental, que si bien tienen múltiples causas, todas respetables, creo que el objetivo último de la vida era que me diese cuenta de que el camino por el que transitaba no era el mío. Pero es preferible que esto no ocurra, y por ello, desde pequeños es preciso que un niño sepa hacia dónde va y que disfrute con el camino y con el proceso.
He sido un niño feliz y creo que realmente la educación recibida ha sido buena. Tanto mis padres como mis profesores y  mi familia y  amigos buscaban lo mejor de mí mismo. Quizás otras circunstancias personales me fueron alejando de mí mismo, pero no es el objeto de este artículo. Educar es amar, es respetar, es dar libertad y opción, es dar ejemplo, es escuchar, es orientar, es observar y es querer que quien recibe la educación va a ser una persona completa en todas sus posibilidades

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