jueves, 20 de octubre de 2011

SITUACIÓN EN EL CUERNO DE ÁFRICA.

FUENTE: LA VANGUARDIA
La crisis humanitaria del Cuerno de África va a peor
El mundo de la cooperación teme que la falta de resultados frene las donaciones
La situación no ha parado de empeorar. ¿Por qué el trabajo humanitario no tiene impacto en Somalia? Porque hay un estado fallido, con un gobierno tan débil es muy difícil que funcione la cooperación". Así resume Carmen Molina, directora de Cooperación y Emergencias de Unicef, la situación en el Cuerno de África, al cumplirse mañana tres meses de la declaración de hambruna en Somalia. Las milicias terroristas de Al Shabab, que probablemente están detrás del secuestro de las cooperantes de MSF, han vetado el paso a la ayuda. Sólo se permiten contadas incursiones en el sur de Somalia, el territorio más castigado, por lo que la población, tocada por la sequía y la guerra, no ve otra solución que huir y buscar cobijo en los campos habilitados en los países de la región, que ya albergan a 934.793 refugiados.
La violencia en Somalia es un factor, el más grave y ya crónico, pero no el único que ha provocado que en tres meses la cifra de personas que precisan ayuda en el Cuerno de África haya pasado de 10 a 13,3 millones y que las previsiones apunten a llegar a los 15 millones a finales de año; además, 750.000 somalíes corren el riesgo de morir de hambre. A la extrema violencia en Somalia hay que añadir otros factores que han hundido en la miseria no sólo a los somalíes sino también a poblaciones de Kenia, Etiopía y Yibuti: "La sequía, que antes se producía cada siete años y ahora cada dos, lo que provoca que las cosechas se reduzcan a la mitad; el precio de los alimentos, que en algunos casos han subido un 200%, y el hecho de que no se trabaje en las causas de fondo, la inversión en desarrollo y en agricultura. Además, no hay fondos suficientes para afrontar la emergencia", destaca Lara Contreras, del departamento de Estudios de Intermón Oxfam. El llamamiento realizado por esta oenegé para recaudar 100 millones de dólares se ha traducido en donaciones por valor de 80 millones, cifra con la que se atiende a 3,5 millones de personas. Unicef prácticamente ha alcanzado los 363 millones solicitados.
Pero el mundo de la cooperación teme que la falta de resultados, la sensación de fracaso en la crisis humanitaria más grave que se está viviendo actualmente, retraiga las donaciones. Una generación ha crecido viendo en los telediarios la imagen de niños famélicos. Siempre lo mismo. "Se habla del cansancio del donante, porque ve que dar ayuda es un pozo sin fondo, además de la emergencia, hay que trabajar la cooperación al desarrollo, la seguridad alimentaria, que África no venda sus mejores tierras a multinacionales... Se tienen que sentar las bases de una cooperación a largo plazo," añade Molina.
Pero el papel de las oenegés es muy pequeño en este escenario: "Hacemos un trabajo de asistencia y desarrollo para salvar un pequeño número de vidas. Lo que pedimos es un compromiso global para frenar la hambruna que pasa por tener unos mecanismos de respuesta más ágiles y controlar la volatilidad del precio de los alimentos", apunta Contreras.
También en Acnur, la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados, coinciden en ese desgaste del donante al intuir que "Somalia no tiene solución". Javier López Cifuentes, delegado de Acnur en Kenia, opina que "ahora que Somalia vuelve a estar en el punto de mira por la hambruna y por el secuestro de las dos trabajadores de Médicos sin Fronteras (MSF), es el momento de recabar más ayuda para intentar estabilizar la situación, sino lo hacemos ahora, como pase otro año...". Pero aunque los fondos lleguen copiosamente, que no es el caso, ¿cómo distribuirlos en Somalia?.
Acnur ha conseguido acceder en contadas ocasiones al sur de Somalia tras alcanzar acuerdos puntuales con líderes locales, pero se ha desoído la petición de alcanzar una tregua, un alto el fuego entre Al Shabab y el Gobierno de Transición, para posibilitar el transporte de ayuda humanitarias a las seis regiones donde se ha declarado la hambruna. "En Mogadiscio las fuerzas de paz de la ONU son escasas y están mal equipadas y no se habla de enviar más dotaciones al sur del país", añade López Cifuentes.
Tras el secuestro, el pasado jueves, de las dos cooperantes de MSF en Ifo 2 se ha producido una suerte de repliegue de las agencias de la ONU y de las oenegés en los campos de refugiados de Dadaab (Kenia), que ya albergan a 460.000 personas. Este secuestro evidencia que no sólo en Somalia la situación es de gran inseguridad. "En Dadaab, se han suspendido las actividades que no son esenciales para salvar vidas; seguimos distribuyendo agua y alimentos y registrando a los refugiados.
Estos trabajos se hacen con escoltas y tenemos toque de queda entre las 18 horas y las 6 de la mañana", explica Sonia Aguilar, de Acnur, que llegó a Dadaab el pasado viernes. Aguilar es una de las 2.000 personas que integran el personal humanitario desplazado por oenegés y agencias de la ONU a Dadaab.
Los ataques, robos y violaciones en el complejo de Dadaab, que abarca unos 50 kilómetros cuadrados, ha llevado a Acnur a crear una suerte de "policía interna"; son los propios refugiados los que colaboran en velar por la seguridad de la población.
El acceso a Somalia es una parte de la película; otra es planificar acciones de largo recorrido encaminadas a minimizar el impacto de la sequía, que destruye cosechas y mata a la ganadería, y establecer estrategias para luchar contra el aumento del precio de los alimentos. "Pedimos que haya reservas de cereales a nivel local y regional para prevenir las crisis y controlar la volatilidad de los precios –subraya Contreras, de Intermón–. Y también que el Programa Mundial de Alimentos (de la ONU.), que se nutre principalmente de excedentes de Estados Unidos, compre los stocks a los productores africanos para reactivar el mercado de estos países y, a la vez, invertir en desarrollo".

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