domingo, 7 de agosto de 2011

LO QUE SE ESCONDE, A VECES DETRÁS DEL ECOLOGISMO

Waldo Peña Cazas -   ECOLOGISMO POSTIZO

Qué debería hacer un ecologista honesto? Primero determinar si las leyes del mercado son compatibles con los principios ecológicos, y si  debemos condicionar el desarrollo a la preservación del medio ambiente o al revés.
No hace mucho, con alharaca, en nombre de la Pachamama, auspiciamos un evento internacional contra la contaminación ambiental que está poniendo al planeta patas arriba, con inviernos cada vez más fríos y veranos más calientes, un lugar insalubre para vivir. Loable; pero luego legalizamos autos “chutos” que vomitarán humos sucios, como dragones; y hoy, sobre el pucho, queremos construir una carretera que a la larga convertirá un parque nacional en un desolado páramo sin bosques encantados y con ríos arrastrando aguas ácidas, cargadas de metales pesados.
Bueno, no todos estamos en el baile ni yo soy un criticón impenitente, obseso, enemigo del progreso. Pero el mundo pone a todos los bolivianos en la misma olla, acusándonos de impostores y farsantes, cuando sólo se trata de la diferencia entre el discurso y la acción política. Es que hay ecologistas y depredadores de diverso pelaje: Ronald Reagan y los Bush se negaron a firmar el Tratado de Kioto, minimizando las catástrofes ambientales, llamándolas “accidentes”, y denunciaron una “instrumentalización” política de la ecología y un “fundamentalismo”, “extremismo” o “terrorismo” ecológico. Sánchez de Lozada, cuyas empresas contaminan el río Pïlcomayo, hablaba cínicamente de un “desarrollo sostenible” que sólo sostiene la economía de los devastadores. ¿Es peor ser un depredador descarado o un ecologista postizo?
Para muchos empresarios y políticos, la contaminación es un precio justo por el desarrollo, y la ecología es sólo un pataleo o una nueva estrategia socialista contra el capitalismo. En rigor, nuestros modelos de desarrollo son incompatibles con la preservación del medio ambiente, pues la polución, la contaminación y la depredación no son fenómenos naturales. No se trata de politizar la ecología, sino de exigir decisiones y soluciones políticas para la crisis ambiental, porque el problema y la lucha se dan en el plano político y económico; pero los partidos políticos ven en la ecología una nueva bandera demagógica. Una posición ecologista genuina es de hecho un cuestionamiento al rol de la empresa privada como agente del desarrollo, por su culpabilidad en el desequilibrio ambiental; e implica también el rechazo a los tratados internacionales sobre comercio y al proceso privatizador que favorecen a grandes consorcios.
El ecologismo es una nueva forma de entender y practicar la política, y los ecologistas genuinos no pugnan por el poder, más bien lo cuestionan. Es un intento de crear una nueva sociedad, no como las utopías neoliberales o marxistas, sino reestableciendo la relación armónica entre el hombre y la naturaleza, objetando una civilización basada en el modelo industrial. Es buscar un saludable modo de vivir, sin ataduras económicas. Cuidar el medio ambiente es tarea de todos, y sobre todo del Estado y de los municipios, que están también en manos de depredadores disfrazados de ecologistas. Si los políticos han renunciado a su papel rector de la vida social y económica, deberían por lo menos asumir su rol en la defensa del ambiente y de la salud.
En cumbres presidenciales y en campañas electorales, se ha puesto de moda un “ecodesarrollo” reducido al discurso, sin concretar una planificación que garantice la preservación del medio ambiente y construya nuevos valores para una sociedad nueva, con mejores condiciones de vida. ¿Qué debería hacer un ecologista honesto? Primero determinar si las leyes del mercado son compatibles con los principios ecológicos, y si debemos condicionar el desarrollo a la preservación del medio ambiente o al revés.

El autor es escritor

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