lunes, 2 de mayo de 2011

PRESENTE Y FUTURO EN FUKUSHIMA


Fukushima ya no es noticia aunque sigue estando enferma. Muchos creerán que si no se habla de Fukushima, es porque el problema va encaminado a su solución, que es cuestión de tiempo. No es así en absoluto.
La información la sigue proporcionando TEPCO, la empresa responsable de la central, y el gobierno japonés, a diario. Los medios ya no la publican. Además, esa información es muy suave, pretende no causar terror, no solamente a la población más afectada, sino tampoco a los compradores de sus productos, a los turistas, al mundo entero. Y aun así, con todo lo suavemente que la están dando, no deja de ser terrorífica.
No tienen ningún plan. O mejor dicho, van cambiando de plan cada día. Cada cosa que han hecho era la primera vez que se hacía, nadie tenía ni idea de las consecuencias. Y además, se hacía a ciegas, pues, hasta la llegada de los robots usanos, no se sabía a ciencia cierta cómo se encontraban los reactores ni las piscinas de combustible.
Echar agua de mar resultó fatal, el zirconio que forma las barras donde se encuentra el uranio casa mal con la sal del agua marina. Cambiaron de plan: echarían agua dulce para refrigerar. Pero, bien por el terremoto, bien por el tsunami, bien por las explosiones de hidrógeno –o lo que fuera que explotara-, bien por la propia fusión de parte de los núcleos, lo cierto es que fisuras hay por todas partes, y el agua dulce se echa por un lado y se pierde por otro, no hay manera de llenar las vasijas con ella, ni las piscinas. Eso sí, el agua que se escapa por los agujeros es radiactiva, enormemente radiactiva. Y toda ella va a parar al océano Pacífico. Toneladas y toneladas de agua contaminada. Debe ser tanta que ya han prohibido a Greenpeace acercarse por esas aguas a tomar mediciones. De todos modos, tampoco tienen ni idea si el hormigón de las vasijas de contención medio rotas aguantará la presión de tantas toneladas de agua, en el caso de que por fin logren llenar del todo dichas vasijas.
En las fotografías diarias que proporciona TEPCO se ve desde el inicio hasta el día de hoy un humo que se escapa. Ese “humo” es altamente radiactivo, y los vientos lo han llevado hasta ahora en dirección noroeste. Las evacuaciones no pueden ser en círculo de momento, a ochenta km en dirección noroeste hay mucha más radiación que a treinta en dirección sur. La gente está completamente confundida con el doble mensaje de su gobierno. Se tienen que marchar pero no hay peligro. O no, que no se marchen, quitaremos la tierra de los patios de los colegios y limitaremos el tiempo que los niños pueden estar al aire libre. ¿Quitarán la tierra a diario? No saben qué hacer, no tienen ni idea, y eso es lo más terrorífico.
Reacciones en cadena provocadas por la criticidad de los núcleos, al menos en el reactor 2, se deben estar produciendo de forma constante a juzgar por el aumento del isótopo radiactivo del yodo-131. Este radionucléido tiene una vida media de ocho días, al cabo de los cuales su número se reduce a la mitad; el resto disminuye en los siguientes ocho días a la mitad, y así sucesivamente. Si la radiación medida proviniera únicamente de las emisiones de los primeros días, de cuando las explosiones, debería haber disminuido, debido a la relativa corta vida de este isótopo, no aumentado de la forma brutal en que lo ha hecho.
Lo más peligroso de la radiactividad es que pase a la cadena alimentaria. Ingerir o inhalar un isótopo radiactivo es infinitamente más peligroso que tropezarse con él porque se encuentre en la atmósfera. Con la distancia pierde energía, pero dentro de nuestro cuerpo no hay ninguna distancia. Esos isótopos además se acomodan muy bien en nuestro organismo. Lo que están haciendo las instituciones de salud, con la corrupta OMS a la cabeza, es elevar los límites de desintegraciones atómicas –eso que llaman becquerelios- en los alimentos, y decir, por arte de birlibirloque, que lo que ayer era peligroso para la salud hoy ya no lo es. Y asunto solucionado.
Las personas evacuadas por el problema de la nuclear están siendo discriminadas en Japón. Los japoneses se han volcado en la ayuda a los refugiados por el tsunami, pero evitan a los refugiados nucleares. Estos han perdido mucho más que los primeros. No sólo a sus seres queridos, su casa y su trabajo, como los otros, sino además la dignidad. Los niños son rechazados en sus nuevas escuelas, los médicos no quieren atender a estar personas, ni siquiera los camiones de mudanzas quieren llevarles sus enseres a otra parte tras la orden o la sugerencia de evacuación. Así somos, no en Japón, sino en todos lados.
No hay que olvidar Fukushima. Aunque fuera únicamente por egoísmo, por pensar en nuestra propia salud, mejor aún, en la de nuestros hijos, no debemos olvidar que ese problema no se ha solucionado aún y, por mucho que de cuando en cuando se hagan declaraciones que mencionen plazos de meses, fechas, o que expliquen acciones o planes, hasta el momento ni ellos mismos saben aún cuál de todas las estrategias que, más o menos a la palpa, están ensayando, dará finalmente resultado. Y cuánto daño irreparable se habrá ocasionado hasta ese momento. Ya se están produciendo dimisiones de técnicos japoneses que tiran la toalla por no soportar más tanta torpeza del gobierno nipón y de la eléctrica de Tokio. Por el bien de todos, no olvidemos Fukushima.

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