domingo, 11 de septiembre de 2011

EL DRAMA SIGUE Y SIGUE EN HAITÍ.

Haití: violaciones, vejaciones, olvido... indiferencia



10 de septiembre de 2011, 01:03Por Liomán Lima .Periodista de la Redacción Centroamérica y Caribe de Prensa Latina.

El muchacho negro está acostado de espaldas, con los pantalones a medio bajar. Lo sujetan dos soldados y otro de ellos aparece después, sin camisa.

  El video no dura más de 50 segundos, tiempo suficiente para remover las conciencias, los medios de comunicación y una algarabía justa, pero también morbosa y sensacionalista por las cuatro esquinas del mundo.

Como en aquella vieja máxima del periodismo anglosajón, Haití vuelve a acaparar titulares por sus malas noticias.

Una grabación difundida en Internet muestra a un joven de 18 años de edad cuando es supuestamente violado por cinco soldados uruguayos de la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah).

Cierto o no el abuso sexual, la grabación puso otra vez sobre el tapete la legitimad de ese cuerpo armado y sus casi 12 mil soldados, venidos de 40 países.

Esa lamentable criatura militar, engendro de países poderosos y unos cuantos mandamases del mundo, carga en su aval más escándalos que tiempo de asentada en el país caribeño.

Las organizaciones humanitarias haitianas ya no tienen gargantas de tanto gritar ante un mundo empecinadamente sordo las "proezas y heroísmos" de los soldados: mujeres que alegan violación, robos de patrimonios, niños con discos de pornografía, casos de corrupción, abuso de autoridadâ


"Lo hemos denunciado más de una vez, tenemos cientos de casos documentados, pero esos militares se pasean por aquí con total impunidad", asegura a Prensa Latina, vía electrónica, Youri Valentin, de la Red Haitiana de Derechos Humanos.

Pensándolo bien, el video del escándalo de estos días nada tiene de novedoso, solo es otra prueba para restregar ante los ojos que todavía no han logrado conmover los más de seis mil muertos por cólera, afirma.

Tres estudios internacionales apuntan a un contingente nepalí de cascos azules como los difusores de la bacteria, pero la Minustah lo niega empecinadamente, la ONU la apoya y el cólera devino ya una enfermedad endémica, lo que en simple castellano significa que los haitianos no se podrán desprender de ella, como si fuera una gripe.

La Minustah, una vieja historia

En 2004, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas entendió que el país caribeño vivía una crisis política y humanitaria que lo convertía en una amenaza para la paz y la estabilidad internacional.

Aunque Haití no atravesaba entonces un conflicto civil, no estaba en guerra con nadie y difícilmente podría haber iniciado alguna, recuerda el escritor argentino Juan Gelman.

Desde entonces, empezaron a colarse poco a poco las noticias: "Tropas de la Minustah y paramilitares haitianos emboscaron y mataron a más de cuatro mil miembros de partido oficial", "Soldados de ONU acusados de difundir el cólera" "Denuncian violación de jóvenes haitianas", y así hasta llenar una lista.

Solo la organización local de mujeres Kofaviv notificó casi 700 violaciones desde el terremoto de enero de 2010.

Ya en mayo de 2005, el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, informaba que las denuncias de abuso y explotación sexual cometidos por cascos azules habían aumentado a más del doble en un año.

En 2008, la organización no gubernamental Save the Children emitió un estudio en el que denunció alarmantes casos de violaciones por parte de soldados de Naciones Unidas en Haití y Costa de Marfil. "Pero nunca se ha hecho caso a esos documentos, y por el contrario, siguen llegando soldados", sostiene Valentin.

Yo creo que el mayor signo de lo que es hoy la Minustah lo puedes encontrar entre la gente, que siente un desprecio total por esos soldados, cuenta a Prensa Latina el periodista haitiano Jacques Crepps.

Es cierto, se han dado casos en que la gente inventa vejaciones para acusar a la Minustah, pero eso da la medida de cuánto desean que se vayan de una buena vez, dijo.

No es coser y cantar

Aunque una gran parte de la población haitiana desea la salida de las tropas internacionales, lo cierto es que la retirada de la Minustah de ese país no es cosa de coser y cantar y mucho menos de pagar los platos rotos.

Lamentablemente, Haití no cuenta con infraestructura militar ni social para enfrentar una salida abrupta, que pudiera ser tan perjudicial como la estancia de esa fuerza.

El país caribeño carece de Ejército desde 1995, cuando fue disuelto tras la publicación de una montaña de denuncias de violaciones de los derechos humanos.

Pero lo más grave tal vez no sea el hecho de no tener una fuerza armada nacional, sino la paradoja de no contar con recursos para formar un cuerpo militar en un ambiente de creciente violencia.

"Tengo entendido que el presidente Michel Martelly tuvo entre sus propósitos crear un Ejército, pero realmente en las condiciones sociales, económicas y políticas de ese país, eso pudiera ser hoy un error tremendo", sostiene el profesor de Historia Contemporánea Luis Martín.

No solo por el hecho de no contar con fondos para los gastos, sino por los riesgos para una nación con las condiciones de Haití de armar hombres que después no vas a tener ni cómo pagar, explicó en entrevista con Prensa Latina.

Así, el saliente primer ministro haitiano, Jean Marc Belleverie, confesó que veía a la Minustah como un mal necesario.

Pero tal vez esto sucede porque, como dijo una vez el sacerdote brasileño Frei Betto, al país caribeño se han enviado misiones de paz, tropas de intervención, ayudas humanitarias; pero nunca proyectos de desarrollo sustentable, nunca alternativas para salir por sí mismo de la crisis.

En medio de este huracán de escándalos, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas decidirá el próximo octubre el destino de la Minustah para el siguiente año.

Mientras, nosotros seguiremos denunciando, seguiremos gritando a los cuatro vientos, porque alguna vez se nos tendrá que escuchar, afirma Valentin.

"Haití pesa sobre nuestra conciencia, hiere nuestra sensibilidad, desafía nuestra impotencia. Porque sabemos que se arruinó, no solo por causa del terremoto, sino sobre todo por nuestra indiferencia", escribió una vez Frei Betto.




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