domingo, 15 de abril de 2012

Otro conflicto en el corazón partido de África

El conflicto en el norte de Malí complica la asistencia a las víctimas
luis de vega / madrid /ABC.ES/
El conflicto que se vive en el norte de Malí obliga a las pocas agencias de la ONU y ONG que quedan sobre el terreno a tratar de ayudar a la población local con trabajadores locales o expatriados de países africanos. La inseguridad imposibilita que extranjeros de otras nacionalidades puedan trabajar.
Tampoco se puede hacer llegar la ayuda de emergencia que se está desbloqueando. «La situación es extremadamente difícil e inestable. Cambia cada día y no se sabe quién manda», explica Rosa Crestani, coordinadora de emergencias de Médicos Sin Fronteras (MSF) de Bélgica.
La asistencia humanitaria en las tres provincias norteñas del país, Tombuctú, Gao y Kidal, se ha complicado desde que a principios de 2012 resurgiera la rebelión tuareg. También grupos yihadistas apoyados por Al Qaida del Magreb Islámico (AQMI) y bandas de delincuentes aprovechan el vacío de poder tras el desmoronamiento del Ejército y el golpe de estado del pasado 22 de marzo en Bamako, la capital del país.
En todo caso, «la situación no es catastrófica porque no está habiendo víctimas masivas entre los civiles» aunque «gran parte de la población ha escapado de la zona», puntualiza Michel-Olivier Lacharité, responsable de programas de MSF en Malí. «No hay muchos heridos de guerra» en los hospitales de Kidal y Tombuctú, que es donde mantienen equipos sobre el terreno, aunque en esta segunda población sus operaciones se mantienen temporalmente suspendidas.
En Kidal MSF tiene empleados tuaregs y el Tombuctú hay algunos extranjeros «muy experimentados» en situaciones crisis pero de nacionalidades africanas, añade Lacharité. Esperan poder llegar en los próximos días a Gao, donde de momento solo puede llevar a cabo asistencia de manera remota. El principal peligro, reconoce el jefe de proyectos de esta ONG, es el de los secuestros.
Cruz Roja Española ha evacuado a sus tres delegados fuera de Malí, pero en las próximas semanas espera poder repartir entre la población local 150 toneladas de arroz, 1.875 toneladas de sal, 9.375 litros de aceite, 5.625 toneladas de azúcar así como 128.750 kilos de alimento para el forraje del ganado.
Unas 200.000 personas han huido ya de una zona azotada desde hace años por la hambruna y la sequía. La mitad aproximadamente ha buscado acomodo provisional en países vecinos como Burkina Fasso, Níger, Argelia o Mauritania.
Al campo de refugiados de Mbera (Mauritanita) están llegando cada día unas mil personas, según MSF. Esto es el doble que a principios de abril, según datos de la ONU. Huyen de los robos y los combates. Lo hacen a través del desierto en vehículos particulares, en autobuses, a lomos de bestias o a pie.
Otro campo en Mauritania
Ya hay instaladas unas 50.000 personas de la mano del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), que pronto se verá obligado a abrir un segundo campamento si el ritmo de llegadas sigue al nivel actual.
«Los refugiados llegan cada vez en peores condiciones», señala Crestani, de MSF Bélgica, una de las organizaciones humanitarias que trabaja en Mbera. Casi todos los refugiados proceden de la vecina provincia de Tombuctú.
La situación, explica la coordinadora de emergencias, se complica por la difícil situación por la que atraviesa también la población mauritana que vive en esa misma zona. La casi ausencia de pozos reduce a ocho litros de agua diarios por persona, lo que no es suficiente, según MSF. Además, la ciudad con hospital más próxima a Mbera es Nema, a nueve horas de coche, lo que dificulta más todavía el tratamiento de los casos más severos.
«Lo peor puede estar por llegar», reconoce pesimista Michel-Olivier Lacharité.

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