¿Cómo, quién, cuándo y con qué dinero se recuperan las zonas arrasadas por un incendio?.
Fuente: 20minutos.es
Tras un incendio, el terreno queda calcinado y vulnerable ante la erosión de la lluvia, que arrastra las semillas que impiden una regeneración natural.
El objetivo primordial es saber qué zonas han sufrido más las consecuencias de las llamas para fijar el suelo con paja o sembrando hierba.
Las inversiones estatales para esta recuperación van dirigidas siempre a terrenos públicos, pero también a los privados si hay intereses públicos de por medio.
Cada vez más vamos a tener incendios ingobernables Los bosques del norte de España son una de las áreas que más están notando el cambio climático y que están más desprotegidos ante un incendio. También es donde se registran más fuegos. En el año 2011, según datos provisionales del Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente, en España huboo 18 grandes incendios forestales (considerados como tales aquellos que superan las 500 hectáreas de masa forestal), 12 de los cuales tuvieron lugar en la segunda quincena de octubre en Ourense, Asturias y León.
"El estudio que encargó hace unos años la Xunta de Galicia sobre el cambio climático vaticinaba una mediterraneización del clima en esa zona", indica a 20minutos.es Miguel Ángel Soto, experto de Greenpeace en esta materia. Soto señala que este cambio climático pone a los ecosistemas del norte peninsular en una situación "muy vulnerable": "Cada vez más vamos a tener incendios ingobernables, los incendios futuros serán incendios demoledores", dice Soto.
Evaluación de la superficie quemada
Tras el paso del fuego, quedan los terrenos calcinados y la esperanza de muchos de que la lluvia haga rebrotar la vegetación. Sin embargo, con el terreno cubierto de ceniza y sin la protección de hojas, hierba o árboles, las precipitaciones pueden erosionar fácilmente el suelo, impidiendo que se recupere de manera natural la masa forestal.
¿Cómo se actúa entonces ante un terreno después de ser arrasado por las llamas? Serafín González, investigador del CSIC y del Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia, señala una serie de puntos básicos que se deberían acometer ante cualquier gran incendio.
"Lo primero es delimitar sobre el terreno en qué zonas la severidad del fuego ha sido mayor", dice Serafín González. La evaluación de las zonas más afectadas (sobre el terreno y sobre un mapa) es clave para establecer prioridades a la hora de recuperar un bosque. Para saber cómo de grave ha sido un incendio basta con mirar al suelo: "La severidad es mayor si las cenizas son más blancas y el mantillo del suelo —las hojas y raíces— está completamente consumido", relata este experto.
Los terrenos que corren un riesgo mayor tras un incendio no serían las zonas boscosas, sino las de matorral Además, cabe la posibilidad de que el suelo se haya visto afectado, pero que los árboles conserven las hojas. En ese caso, Serafín apunta a que las hojas —tanto verdes como chamuscadas por las llamas— hacen de "paraguas" y protegen al suelo de la erosión de la lluvia.
La velocidad del viento durante un incendio juega otro papel fundamental que incrementa o reduce el impacto de las llamas en el ecosistema. La explicación es sencilla: si el viento va rápido, los efectos serían menores ya que la vegetación está sometida por menos tiempo a las altas temperaturas. Todo lo contrario ocurre cuando el viento pasa más lento, porque los organismos sufren temperaturas más altas durante más tiempo.
La pendiente del terreno es el tercer factor a tener en cuenta para establecer la gravedad de un incendio. "Cuanto más empinado sea el terreno, provocará que haya más erosión", indica Serafín González. Además, el papel del viento en las pendientes es crucial: "El fuego va muy rápido con el viento a favor y cuesta arriba, y va más despacio con el viento en contra y cuesta abajo", explica Serafín González.
Cruzando los datos de la severidad del fuego en el suelo y la pendiente del terreno darían como resultado las zonas de mayor riesgo de erosión y degradación del ecosistema, y según los expertos, serían las zonas prioritarias de actuación.
Según este experto, los terrenos que corren un riesgo mayor tras un incendio no serían las zonas boscosas, sino las de matorral: "Al no haber árboles, es más fácil que el fuego consuma el suelo, que queda completamente desprotegido ante la erosión", indica. Si este tipo de terreno estuviese aún encima en una zona de mucha pendiente, la gravedad sería extrema.
Recuperación de la vegetación
Una vez localizadas esas zonas prioritarias, comenzaría la intervención. El objetivo primordial es "sujetar la máxima cantidad de suelo forestal posible", dice Miguel Ángel Soto, de Greenpeace.
El modo más rápido sería aplicando sobre el terreno una ligera capa de paja. Según el investigador Serafín González, haría el mismo efecto que la hojarasca: "Protege al suelo de la erosión —la paja se pega fácilmente al terreno— y ayuda a retener la humedad", dice. Sin embargo, este experto matiza que este tipo de intervención solo se debe hacer en aquellos lugares "donde toda la superficie vegetal haya quedado destruida", comenta.
Lo primero que hay que hacer es minimizar los daños del incendio, evitar la erosión Una segunda alternativa para fijar el suelo sería sembrando hierba. Esta opción tiene varios inconvenientes: el primero es la lluvia, que podría llevarse todas las semillas plantadas antes de que nazcan. El segundo, cuenta Serafín González, es que las semillas puedan contener especies de variedades exóticas que empeorarían la situación, de ahí que se aconseje el empleo de "semillas certificadas, exentas de especies invasoras".
En el caso particular de las Fragas do Eume, que "destacan por su riqueza botánica", añade este experto, la evaluación de los daños pasa también por delimitar las áreas donde se encuentran las especies protegidas o amenazadas.
"Parece que el incendio de las Fragas fue bastante rápido y hay zonas en las que los árboles, como pinos y eucaliptos, conservan sus copas y pueden proteger el suelo de la erosión.
"Parece que el incendio de las Fragas fue bastante rápido y hay zonas en las que los árboles, como pinos y eucaliptos, conservan sus copas y pueden proteger el suelo de la erosión.
De este modo, un terreno afectado por el fuego debería estar entre 6 y 12 meses con paja (o hierba), al mismo tiempo que se evaluaría cómo se recupera la vegetación. En paralelo, Serafín González señala que habría que "retrasar la tala de los árboles quemados entre 4 y 6 meses", para que ayuden a la recuperación del suelo. "Una vegetación de matorral en esa zona calcinada podría volver a desarrollarse en un periodo de 3 a 6 años", señala el investigador Serafín González.
"Lo primero que hay que hacer es minimizar los daños del incendio, evitar la erosión, ver cómo va evolucionando y si es necesario plantar especies vegetales examinar en dónde", prosigue Serafín González. "Hay lugares que cuentan con especies sensibles donde no se puede reforestar como en cualquier otra zona". Este sería el procedimiento ideal, señalan conjuntamente este experto y los ecologistas de Greenpeace, pero que "no siempre se hace", concluyen.
Terrenos públicos y privados
Este protocolo se aplica en todos los casos donde la superficie incendiada pertenece a un terreno público. Miguel Ángel Soto, de Greenpeace, dice que son "recomendaciones técnicas de conservación del suelo" que un particular puede prescindir hacerlas.
Sin embargo, la línea entre lo público y lo privado es muy delgada cuando se trata de incendios. Si en una propiedad privada, como podría ser un monte comunal, existen intereses públicos de protección —alto riesgo de erosión o de contaminación de un río o mar próximos—, la administración autonómica "podría incluso obligar al propietario que se niegue a recuperar la parcela incendiada", señala Serafín González, porque "hay salvaguardas legales que permiten intervenir a las administraciones públicas".
En la reforestación de los terrenos arrasados por el fuego intervienen los servicios de montes de la Comunidad Autónoma afectada, que es quien tiene las competencias, aunque en casos de urgencia, como que el bosque tenga un alto valor ecológico, existen empresas semipúblicas —a nivel estatal está TRAGSA, y cada comunidad cuenta con una propia—, que la administración contrata para un determinado trabajo: "Son empresas consolidadas que ya cumplen determinados requisitos administrativos. Se les pueden hacer contratos de urgencia, así el protocolo administrativo es más rápido", aclara este experto del Instituto Agrobiológico de Galicia.
En la reforestación actúan los servicios de montes autonómicos, pero en casos de urgencia se contrata a empresas semipúblicas Este procedimiento se lleva a cabo en todas las Comunidades a modo de "comodín" que utiliza la administración cuando tiene que resolver un asunto urgente. Aun estando dentro de una parcela privada, si el Gobierno autonómico interviene por razones de interés público, la contratación y los fondos correrían a cargo de la administración y no del particular.
Es el caso de las Fragas do Eume, una zona rica en diversidad de especies declarada parque natural en la que se encuentran parcelas privadas. "Aquí se pueden alegar razones de interés público como la protección del suelo, del ecosistema de las Fragas y del río Eume. Todos esos motivos le permitirían a la Xunta actuar", aclara Serafín González.
Según el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, los terrenos en los que invierten para ser recuperados suelen ser de titularidad pública, aunque señalan que si existe "un marco institucional" —consorcio o convenio, ley o decreto-ley ad hoc, especifican— pueden invertir en aquellos de titularidad privada.
Subvenciones
La gestión de las subvenciones para reforestar los bosques incendiados corre a cargo de las autonomías, que son quienes establecen una línea de ayudas dirigidas a aquellos que ejecuten los trabajos, "tanto a las corporaciones locales como directamente a los particulares", indican desde el Ministerio.
Estas ayudas pueden ser de dos tipos: específicas para zonas incendiadas —denominadas de Recuperación del potencial forestal de superficies afectadas por incendios— o generales de Ayuda a la reforestación. Ambas subvenciones se enmarcan dentro de los Planes de Desarrollo Rural 2007-2013, que incluyen partidas que la Administración central y la UE destinan a las Comunidades.
El procedimiento y plazos para el cobro de estas ayudas los establece cada autonomía, aunque el Ministerio indica que "suele estar condicionado a la previa finalización de la actuación" en el terreno. Sin embargo, en el caso de que las inversiones públicas tengan un carácter urgente, "la Ley de Contratos establece que las obras de restauración deben iniciarse en un plazo no superior a un mes" desde que se adopta el acuerdo.
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