miércoles, 7 de marzo de 2012

LA SIRIA DE UN MÉDICO

Siria, con visión de médico
De regreso del infierno
Fuente: el espectador.com. Por: Ricardo Abdahllah / París
Jacques Bérès fue el último médico occidental en salir de la ciudad de Homs. Luego de un regreso difícil a Francia, cuenta su experiencia y dice que regresará.
Jacques Bérès fue uno de los fundadores de Médicos sin Fronteras. Acaba de regresar de Siria a Francia y cuenta lo que vivió allí. / AFP

Jacques Bérès no sólo fue uno de los fundadores de Médicos sin Fronteras y Médicos del Mundo sino que, en 50 años de carrera y 71 de vida, ha estado al frente de misiones de asistencia médica en Libia, Bagdad y Rumania durante la revolución. Su experiencia, sin embargo, no le sirvió como garantía para obtener el aval de una organización humanitaria que lo respaldara en su idea de viajar a Siria. “Es la nueva política de las ONG”, se lamenta. “Ya nadie se atreve a enviar médicos sin visa a un territorio hostil, y eso me entristece. Yo fui uno de los redactores de los principios de MSF y estaba claro que iríamos donde los otros no podían ir, donde no podía ir ni siquiera la Cruz Roja”.
A falta de aval y de visa, pero necesitando una cobertura moral que “al menos pudiera mostrar, si me capturaban, que no era un espía estadounidense”, Bérès contactó la Unión de Musulmanes de Seine Saint-Denis, que agrupa a los musulmanes de ese departamento francés, y la asociación laica France Syrie Démocratie, establecida desde el comienzo de la revolución. “Nos convenció diciendo: ‘Con ustedes o sin ustedes pero voy’”, confirma M’hammed Henniche, presidente de la primera. “Le dimos nuestro apoyo logístico y mediático”.
Sin llevar ningún equipo médico que lo hiciera ver sospechoso, Bérès desembarcó hace seis semanas en el aeropuerto de Beirut. Prefiere no dar detalles de la ruta, más allá de que “esas caminatas y esos viajecitos en moto comienzan a ser muy duros a mi edad”.
“La gente tal vez no se imagina bien cómo es Homs”, continúa, “es una ciudad de un millón de habitantes, con pocos edificios, lo que da una idea de su extensión y de lo difícil que resulta moverse”. Bérès la compara con Grozny, en Chechenia, en el sentido de que se mezclan paisajes urbanos con patios donde la gente aún cría animales de campo, y menciona un detalle que parecería banal: “los musulmanes, a diferencia de los europeos, no construyen cavas para guardar el vino, así que no hay ningún posible refugio subterráneo”.
Bérès explica que la política de “reclutamiento” del ejército rebelde es sencilla: cualquier persona que llegue con un arma es bienvenida al Ejército de Siria Libre, lo que en la práctica quiere decir que una buena parte de los combatientes son soldados desertores. “Si alguien es joven y tiene buen físico, se le recibe sin arma”, continúa. Es enfático en que no vio ni un solo combatiente ni una sola arma extranjera. Dice que no puede hablar de “nidos de rebeldes” y que las fuerzas sirias, en general usando morteros de gran calibre, han bombardeado barrios enteros.
Utilizando equipo médico de todas las épocas y en todos los estados, Bérès trabajó durante seis semanas entre dos puestos de salud improvisados en una escuela y una casa de familia. Si bien el tipo de munición utilizada por el Ejército sirio no suele obligar a realizar amputaciones, sí produce una cantidad de esquirlas “que muchas veces entran hasta las vísceras”, comenta. Operábamos sin iluminación, sobre mesas improvisadas; si alguien tenía heridas en la cabeza no había mucho por hacer. Murió mucha gente que en otras condiciones se habría salvado”.
Su equipo de trabajo estaba conformado por médicos y enfermeras sirios, que en buena parte habían desertado de los hospitales oficiales. “No puedo probarlo”, dice, “pero me hablaron mucho de detenciones, torturas y procedimientos médicos muy cuestionables realizados en las instituciones del Gobierno”.
Al principio era posible evacuar heridos hacia otros barrios más seguros de Homs, a ciudades cercanas o incluso al Líbano. Con el tiempo cualquier desplazamiento se hizo imposible. “Nos daban dos horas diarias de tregua y decían que era una gran cosa. No decían que las otras 22 nos bombardeaban sin parar”, dice. Es además escéptico respecto al papel de la Medialuna Roja. “No es ninguna novedad y no tiene que ver con Siria, pero es una tradición que la presidencia de las seccionales de la Cruz o la Medialuna Roja corresponde a la mujer del presidente o en general a personas que no pueden desprenderse del régimen. No digo que hagan mal su trabajo, pero es normal que las personas que están contra el poder establecido desconfíen de ellos”.
¿Cree que, como el régimen anunció, la rebelión ha sido controlada?”
“Creo que Al Asad tendrá que matar mucho más de lo que ha hecho para conservar el poder. Como sé que las cosas no han terminado, mi idea es regresar”.

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